23 de abril, Día Mundial del Derecho a Leer

Como hace un año, festejamos el Dia Mundial del Derecho a Leer:

El Poema de Gilgamesh es el escrito literario más antiguo del que la humanidad tenga registro y conservación: de origen sumerio, escrito sobre tablillas de arcilla, con escritura cuneiforme, el poema narra las aventuras del rey Gilgamesh de Uruk. El poema, transmitido por tradición oral, fue fijado a pedido del rey Asurbanipal en el siglo VII a.C., quien fundó a su vez una biblioteca homónima donde llegó a recolectar más de 25.000 tabletas de arcilla.

El poema presenta algunos de los temas literarios más frecuentes: el descenso del héroe a los infiernos, la ausencia prolongada del hogar, el viaje que exige el aprendizaje por parte del protagonista. Estos temas constituyen la base narrativa de la humanidad.

Sólo cuatro cosas fueron necesarias para que el Poema de Gilgamesh llegara hasta el siglo XXI: un soporte de la escritura, una biblioteca, un escriba y una persona con amor por los libros. No se necesitaron editores, intermediarios o autores. Fue así como desde aquel primer soporte escrito tuvieron que pasar 25 siglos para que el libro pudiera ser un objeto al alcance de todo el mundo: la verdadera revolución cultural no fue la imprenta, la caída de las monarquías, el autor romántico que sufre frente a los avatares del mundo o el editor consagrado a empresas fútiles para defender la cultura y el arte. Cuestiones más mundanas, como el pasaje del rollo al códex y la fabricación del papel industrial, fueron los cambios introducidos en el proceso de fabricación del libro que permitieron que las obras pudieran fijarse en un soporte más maleable y, fundamentalmente, más barato.

Por supuesto, la historia de los últimos siglos trató de personajes y situaciones igualmente mundanas. Editores que se arrogaban los favores de la nobleza; nobles que editaban libros porque les permitía acumular poder simbólico frente a sus pares; reyes desesperados por contener las protestas religiosas; inquisidores y editores que delataban a los herejes y una Iglesia aún fuerte que pretendía controlar las condiciones de circulación del discurso.

Es de estas épocas, también, frente a la censura eclesiástica y monárquica, la creación de las primeras asociaciones «piratas», que permitieron un comercio paralelo del libro e introdujeron libros prohibidos en el mercado mediante mecanismos tan surtidos como pintorescos: cambiarle los colofones o las tapas a los libros; ingresarlos por el mercado negro, fueron algunas de las tantas estrategias que se idearon para vencer la censura. […]

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