Rebelde Amanecer

[…] Se trataba de conquistar un área de 15,000 leguas cuadradas, ocupadas cuando menos por unas 15,000 almas, pues pasa de 14,000 el número de muertos y prisioneros que ha reportado la campaña. Se trataba de conquistarlas en el sentido mas lato de la expresión. No era cuestión de recorrerlas y de dominar con gran aparato, pero transitoriamente […] Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15,000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, que la más asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar las empresas de ganadería y agricultura, tuviera él mismo que tributar homenaje a la evidencia, que no experimentase recelo en lanzarse sobre las huellas del ejército expedicionario y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas comarcas.

[…] Es evidente que en una gran parte de las llanuras recién abiertas al trabajo humano, la naturaleza no lo ha hecho todo, y que el arte y la ciencia deben intervenir en su cultivo, como han tenido parte en su conquista. Pero se debe considerar, por una parte, que los esfuerzos que habría que hacer para transformar estos campos en valiosos elementos de riqueza y de progreso, no están fuera de proporción con las aspiraciones de una raza joven y emprendedora; por otra parte, que la superioridad intelectual, la actividad y la ilustración, que ensanchan los horizontes del porvenir y hacen brotar nuevas fuentes de producción para la humanidad, son los mejores títulos para el dominio de las tierras nuevas. Precisamente al amparo de estos principios, se han quitado éstas a la raza estéril que las ocupaba.

A confesión de partes, relevo de pruebas” dice el historiador Osvaldo Bayer, en los primeros minutos del documental Awka Liwen (“Rebelde Amanecer”, en mapuche), luego de leer un fragmento del ignominioso prólogo del Tomo I del “Informe Oficial de la Comisión Científica agregada al Estado Mayor General de la Expedición al Río Negro (Patagonia)”, escrito por D. A. Ebelot.

Luego de la campaña que masacró miles de indios, otros tantos —hombres, mujeres y niños— fueron convertidos de hecho en esclavos —más de medio siglo después de que la Asamblea del Año XIII hubiese declarado la libertad de vientres en el país. Según cuenta Felipe Pigna en el documental: No hay cifras precisas sobre lo que fue la matanza […] se puede hablar de 10.000 a 14.000 la cifra de muertos en el total de la campaña del desierto, más unos 14.000 prisioneros que fueron llevados caminando hasta los puertos atlánticos, y de ahí a la isla Martín García, y luego al Hotel de Inmigrantes donde fueron repartidos los indios y las chinas —como decían los avisos— las «crías», entre las familias pudientes, como criados, mucamas o cocineras, como si se tratara de animales domésticos. Esto llevado adelante por las damas de beneficencia, que eran las mujeres de la alta sociedad. Un anuncio en un diario de la época (El Nacional de 1878) titulaba “Entrega de indios” seguido del texto: Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia.

Causa judicial

Los hechos parecen distantes, y hasta podría pensarse que transcurridos más de 130 años, el tema sólo podría despertar alguna fervorosa polémica en ciertos ámbitos especializados de historiadores. Que el debate haya recalado en los estrados judiciales, es indicativo de la influencia que aquellos hechos mantienen en el presente: todo proceso de acumulación, se basa en una expropiación originaria, y las fortunas de hoy son herederas y tributarias de aquel latrocinio. Como escribió otro contemporáneo de Roca, pero en Alemania, si no hay una expropiación inicial de los medios autónomos de subsistencia, no hay posibilidad de explotación. No es casual la obstinación con la cual las clases dominantes en la Argentina, han destinado recursos económicos y simbólicos a través de décadas para la legitimación del despojo y la negación del genocidio.

Al igual que muchos miembros de familias patricias, el Presidente de la Sociedad Rural de entonces recibió 2.500.000 hectáreas del territorio conquistado en la llamada “Campaña del Desierto”, su nombre era: José Toribio Martínez de Hoz. La causa judicial fue iniciada por los nietos de otro Martínez de Hoz, célebre ministro de la última dictadura militar y bisnieto del citado, que reclaman la prohibición de la emisión de la película en las escuelas (una resolución firmada por el ministro Sileoni, dispone su utilización como material educativo), la publicación de solicitadas de desagravio y un resarcimiento económico de un millón de pesos contra Osvaldo Bayer, Felipe Pigna, y Mariano Aiello.

Solidaridad

El próximo miércoles 19 de octubre desde las 17:30 horas se convoca a un acto de solidaridad con los imputados en plaza Lavalle, frente a tribunales, según puede leerse en el sitio de la Fundación Boell-Latinoamérica (uno de los patrocinantes del film).

Según consta en la causa, la demanda es por una ofensa contra el honor de la familia Martínez de Hoz. El documental menciona cómo el tatara-tatara-abuelo de los demandantes ofreció 1500 caballos al ejército para desalojar para siempre a los salvajes y cómo recibió una porción importante del total de 30 millones de hectáreas repartidas luego de la campaña a los terratenientes, e incluso aparece jugueteando corriendo vacas en el campo, en imágenes de época. Es paradójico que un documental sobre hechos históricos ocurridos en el siglo XIX, termine demandado por ofensas, como si mencionara figuras del presente que pudieran verse afectadas. La base documental para sostener el relato se extrajo nada menos que del Archivo General de la Nación —a través del material aportado por la misma familia Martínez de Hoz.

Cierto es que la verdad a veces duele, pero nunca ofende. Sobre el genocidio ocurrido hace 130 años, no hay juicios.


El documental dura 76 minutos, y puede verse completo en internet: AWKA LIWEN.