Una sociedad obediente, una sociedad peligrosa

imageStanley Milgram era un psicólogo nortamericano, famoso por dos influyentes investigaciones realizadas durante los 60: la primera, revela cómo la sociedad humana tiene una estructura de “mundo pequeño“, es decir, a pesar de aparentar una extensión inabarcable de individuos (o nodos), los enlaces que conectan a todos con todos, son mucho más cortos que lo esperado. Frecuentemente se asocian estas investigaciones con la teoría de los seis grados de separación: cualquiera en la tierra puede estar conectado con cualquier otra persona sólo a través de una cadena de seis conocidos de conocidos. Algunos neocons con ayuda de capitales de riesgo asociados a la CIA, transformaron esta gran idea en un gran ¿negocio?.

Pero la investigación sobre la que trata esta entrada es la otra, un poco más polémica, el «Experimento Milgram», llevado a cabo en la Universidad de Yale, y descripto en un artículo publicado en 1963. En otro artículo posterior “Los peligros de la obediencia” Milgran escribe:

Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio.

Las referencias a este conocido experimento son frecuentes, y leyendo Mañanas Siesteras, –muy recomendable blog de Carlos Boyle– llegamos a este pequeño hallazgo motivo del post: un video sobre el experimento original, relatado en español:

[…] durante el experimento se pidio a 40 expertos que predijeran la reaccion de los sujetos, estimaron que la mayoría no pasaria de los 150 voltios, y que sólo uno de cada mil, el sádico, llegaría a los 450 voltios. En realidad dos tercios de los sujetos llegaron hasta el final.

También en el thriller francés “I… comme Icare” de 1979, se recrea el experimento (parte I y parte II, vale la pena verlo). Una sociedad obediente, una sociedad peligrosa…


Como decíamos, “I… comme Icare” recrea el experimento con mucha elocuencia…

Cuando el ‘alumno’ recibe la dolorosa descarga de 180 Voltios, luego de sucesivas descargas incrementales, un Fiscal, que observaba desde una cabina externa junto con el científico director del proyecto –quien le adelantaba posibles conclusiones de la experiencia– escandalizado, se levanta y le reclama:

— ¡Es intolerabe! ¡No tienen derecho a hacer esto!

— Cálmese. Sr. Fiscal…— contesta sereno el científico y pasa a explicarle:

— Estos aparatos son ficticios. No hay corriente eléctrica entre la consola y la silla del Sr. Rivoli[el ‘alumno’ que recibe la tortura]. Pero el Sr. Despaul[el ‘instructor’ o torturador, sujeto del experimento] no lo sabe. El Sr. Rivoli tiene talento ¿verdad? Forma parte de nuestro equipo. Por supuesto los candidatos siempre son instructores.

El Fiscal sonríe entre cómplice y confuso, y mientras se retiran a otra habitación, atónito ante la pasividad de estos sujetos, personas comunes y sensatas, quienes desconociendo la farsa, no dudan en infligir la tortura, murmura:

— Es horrible.

— ¡Sr. Fiscal! …¡Usted reaccionó a los 180 Voltios!

Y nosotros ¿cuánto tardamos en reaccionar?