Leyes del siglo diecisiete

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Por parte de vos, Miguel de Cervantes, nos fue hecha relación que habíades compuesto un libro intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, el cual os había costado mucho trabajo y era muy útil y provechoso (…) Os damos licencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder hubiere y no otra alguna, podais imprimir el dicho libro (…) So pena que la persona o personas que sin tener vuestro poder lo imprimiere o vendiere: o hiciere imprimir o vender, por el mesmo caso pierda la impresión que hiciere, con los moldes y aparejos de ella: y más incurra en pena de cincuenta mil maravedís cada vez que lo contrario hiciere… Fecha en Valladolid a veinte y seis días del mes de Septiembre de mil seiscientos y cuatro años. Yo el Rey.

La ministra de cultura española no pudo haber encontrado mejor cita para ilustrar esta paradójica situación de que las leyes del siglo XIX regulan la cultura del siglo XXI, (y peor aún, González Sinde cita las leyes del siglo diecisiete…), pero parece que el argumento finalmente persuadió a los senadores españoles, y como hace 400 años, el poder sigue otorgando privilegios, y desconociendo derechos.


Muy buen esta entrada del blog de Jesús Encinar en respuesta a los “argumentos” de la ministra en la nota del El País, y en particular desmontando su idea de “Gente de la cultura”:

«Gente de la cultura versus gente de la tecnología»

Esa es la dicotomía más falsa de todo el artículo. La Ministra, una persona que viene de la industria, expresidenta de la Academia del Cine, piensa que hay personas, como ella y sus amigos, que son «gente de la cultura» y otros que no lo somos. Ella va a sus fiestas endogámicas, a sus entregas de premios, inauguraciones, estrenos, presentaciones… y como siempre ve a los mismos, entre canapé y canapé lógicamente concluye «estos son la cultura, estos son los míos». Los demás, los que escribimos un blog de poesía, subimos fotos a internet, colgamos un video en youtube, damos un concierto para amigos, hacemos un documental sobre nuestro barrio, etc. No somos «gente de la cultura». No vamos a sus fiestas. Somos otra cosa. A falta de otro nombre nos llama «gente de la tecnología». Pues no señora. La cultura somos nosotros. Ustedes son el negocio de la cultura, que es otra cosa.

La Ministra vaticina que, sin su ley, la cultura flaqueará: «Cada vez menos gente podrá dedicarse profesionalmente a ella y nos veremos abocados a un menú monofágico de apenas unos pocos platos que gusten a muchos y que decidan por nosotros grandes intereses económicos (los verdaderos dueños de la Red)».

Paradójicamente el futuro que ella vaticina se parece mucho al presente que hoy vive la industria. Vivimos una realidad donde hay unas pocas majors discográficas, unas pocas grandes editoriales, unos pocos organizadores de conciertos, unas pocas distribuidoras de cine, etc. controlan lo que podemos ver. Toda la industria está organizada precisamente para asegurar «unos pocos platos que gusten a muchos». Es lo que la ley acentuará. Si algo permite internet es precisamente lo contrario, una larga cola de gran oferta, no necesitamos su ley para eso. Señora ministra, si quiere variedad de platos déjenos en paz hacer nuestra vida. No justifique una ley restrictiva que creará precisamente la consecuencia opuesta de lo que dice defender.