Un compañero del Movimiento Campesino asesinado en Santiago del Estero

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Cristian Ferreyra nació y vivió sus 23 años en el mismo lugar: el paraje San Antonio, al norte de Santiago del Estero. Quería mantener una forma de vida que implica trabajar la tierra, criar animales, sembrar y cosechar su comida. Pero un disparo de escopeta lo hirió cuando se negó a dejar el territorio, pretendido por un empresario. «Esto es el Lejano Oeste, no se cumplen nuestros derechos, nos matan como animales», denunció Marilena Santillán, compañera de militancia de Ferreyra e integrante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-Vía Campesina), con voz entrecortada, aún conmovida. También fue herido Darío Godoy, de 26 años. En los últimos dos años fueron asesinados en la Argentina cuatro campesinos e indígenas. La organización campesina denunció que la represión tiene directa relación con el avance del modelo de agronegocios, con la soja y la ganadería intensiva, sobre territorios comunitarios.

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Ya sea a través de la represión de las fuerzas de seguridad, del acoso judicial, de las topadoras o como en este caso, de la llana utilización de sicarios, el modelo agroindustrial extractivo de la soja y el glifosato se cobra una nueva víctima.

Territorios comunes habitados por generaciones de campesinos resistiendo las barreras del “progreso”: un eufermismo para denominar a un proceso de apropiación y concentración agroindustrial activo en varias regiones del país, que busca transformar el monte natural, en el desierto verde de la soja y los herbicidas, expulsando a las familias que los habitan, condenándolas a la vida marginal en las grandes urbes.

Hoy la noticia es la barbarie (aunque el principal diario santiagueño decidió ignorar la noticia, pero sólo es un emergente de una problemática profunda y devastadora para pueblos enteros.

Este crimen puede parecer lejano a la temática del blog, absolutamente, no lo es.