Pillku, IPV6 y licencias para un golpe
Pillku, en quechua, “rojo” (como pilco-mayo: rojo-río), o ave de colores intensos en Perú, que quiza se asemeje a esta otra representada en un geoglifo de las Pampas de Jumana, en el desierto de Nazca.
Esta semana Código Sur publica un nuevo número de la revista sobre cultura libre Pillku, cuyo tema de tapa es el “Protocolo de Internet versión 6” o IPV6, el nuevo protocolo de red que a partir de mediados de este año ya fue implementado por los principales proveedores de servicios de Internet y compañías web, y de a poco reemplazará completamente a IPV4. ¿Cuáles son las implicancias del nuevo sistema desde la perspectiva del software y las redes libres? Intentando contestar este y otros interrogantes, en esta Pillku habrá notas de Ramón Roca de Guifinet, Clauz Pisa de la red Ninux, Sebastián Criado de Lugromesh, y una entrevista a Enrique Chaparro, junto con una editorial de Nico Echaniz.
También, coberturas a eventos recientes: el III evento sobre software libre y economía social, el Cuarto foro de educación para el cambio social en Rosario y Wikigénero.
Petróleo y software libre
Pilín León el barco símbolo del paro contra PDVSA, y nombre de una ex-reina de belleza venezolana. Antes de 1998, PDV Marina ponía nombres de ex-misses a sus barcos.
Otro de los temas tratados en este número es el papel jugado por los activistas de Software Libre en contra del sabotaje a la petrolera venezolana PDVSA durante 2002. Además de una nota muy buena de Ezequiel Acuña, que pone en contexto el hecho e indaga en los aciertos y contradicciones de la política gubernamental posterior con respecto al software libre, Pillku publica un artículo escrito para la revista por Leandro Rabindranath León integrante del equipo de rescate de los sistemas de PDVSA y Profesor titular del Departamento de Computación de la Universidad de Los Andes (Mérida, Venezuela) y cofundador del CENDITEL, es decir uno de los protagonistas de aquellos días.
Luego de describir los sucesivos pasos del sabotaje cibernético, posibilitado fundamentalmente por la política de outsourcing informático que mantenía la petrolera, Rabindranath León reflexiona sobre ciertas implicancias ideológicas del software libre: no se trata solamente de un modelo de licenciamiento o desarrollo, detrás existe una cosmovisión que tiene implicacias sociales y políticas profundas que se evidenciaron en aquella crisis, y que según parece, todavía no han sido del todo comprendidas por algunos movimientos políticos en latinoamérica. Ahora sí, un adelanto de este hallazgo:
Fragmentos de “Un testimonio del paro petrolero” por Leandro Rabindranath León, un adelanto de Pillku, edición #4.
El software libre
Hubo un rasgo común y notable en las personas externas que ayudaron y colaboraron con el rescate de PDVSA: de una manera u otra, estas personas abrumadoramente tenían vínculos con el software libre. Y es que no podía ser de otra forma, pues desde los años 80, época del frenesí neoliberal, en los programas de estudios vinculados a la ingeniería de la Universidad venezolana se ha anquilosado la perniciosa idea de que el conocimiento es una suerte de bien privatizable. Como no hay espacio -ni tampoco es el propósito- para explicar bien en qué consiste el software libre, es de interés una metáfora distópica en un ámbito que otrora transformó al mundo tal como el software lo está transformando ahora. Simplemente, imagina un mundo donde en lugar de adquirir un automóvil, se te da el auto a condición de que suscribas un contrato llamado “licencia” que te prohíbe examinarlo, repararlo, estudiar su funcionamiento y que te dice por cuáles sitios lo puedes conducir y por cuáles no. En ese mundo, la ingeniería mecánica sería muy distinta a lo que hoy es o no existiría. El mundo de la computación venezolana y mundial no ha escapado a estas ansias de privatización. Empero, seguramente debido a su comodidad, alto margen de creatividad y ubicuidad, en la computación han emergido movimientos de resistencia altamente productivos que no sólo denuncian y desafían a los poderes corporativos, sino que entregan a la cultura obras de software productivas, tan o más virtuosas que sus equivalentes privativos. Consecuentemente, en todas las latitudes, por fortuna también la computación venezolana, se encuentran ingenieros formados en este mundo.
Los momentos vividos de impotencia e indefensión, aunado al estado de angustia que se vivía en toda la nación, inevitablemente forzaron en muchos, sobre todo a algunos políticos, la revelación de que PDVSA, así como la mayoría de los rubros productivos venezolanos dependen exageradamente de tecnologías externas, incomprendidas y en muchos casos inapropiadas.
Luego de cesado el paro se inició un proceso de reflexión en torno a cómo evitar que volviese a ocurrir lo que ocurrió. Fue ineludible preguntarse qué tenía, aparte de los personajes, el software libre que permitió a muchos de los colaboradores, algunos sin formación universitaria, junto con los trabajadores leales, realizar el rescate de PDVSA. Se descubrieron entonces esquemas de trabajo productivo, inéditos para al venezolano común, basados en la cooperación fraternal, desmarcados de la imagen centrada a un solo patrón o emprendedor, y con mayores márgenes de creatividad.
Este conjunto de reflexiones y sentimientos se tradujo en acción política bajo la consigna de “Soberanía tecnológica”. Propició muchísima actividad de promoción e inspiró una serie de proyectos destinados a ganar soberanía, de entre los cuales son importantes a destacar: la creación de una academia nacional de enseñanza de software libre, la aprobación del decreto 3390 priorizando el uso de software libre y estándares abiertos en todos los sistemas computacionales de la administración pública, la creación de nuevas instituciones de desarrollo e investigación tecnológica y el proyecto de distribución Linux CANAIMA, destinado a mejorar la formación en la escuela primaria a través del computador, aprovechando a su vez de educar en y con las virtudes del software libre. Colateralmente, estos valores han trascendido a otros ámbitos; por ejemplo, al agrícola y la lucha contra los intereses de las transnacionales con sus transgénicos.
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Diez años después
De todo el entusiasmo siguiente a la victoria contra el paro y sus consecuentes “siembras”, ¿qué cosecha hoy la sociedad venezolana? Antes de intentar dar una cuenta muy resumida y seguramente incompleta de esta pregunta, sesgada hacia lo tecnológico, es menester plantear dos comentarios en torno a las ideas de institución y de tecnología.
Tal vez para la mayoría del colectivo venezolano la palabra “institución” le evoque a una infraestructura material; un edificio ancho, alto y tangible, decorado particularmente según los matices de la cosmovisión del individuo. Si bien la infraestructura es un medio, la mayoría de las veces indispensable, institución es más que infraestructura. Una institución es una cultura. Cuando es sana, una confluencia coherente de hábitos y costumbres en torno a la búsqueda y perfeccionamiento de un bien colectivo.
Con la tecnología suceden dos confusiones parecidas, aunque mucho más complejas y difíciles de percibir.
En primer lugar, a la tecnología también suele confundírsela con su infraestructura, con sus dispositivos asociados y ahora con sus programas computacionales. Pero la tecnología es una gran institución, conformada de muchas más instituciones; con el detalle diferencial de que su estructura cultural es entre las más complejas en diversidad, relaciones humanas y alcance territorial. La segunda gran confusión es creer que la tecnología es mero conocimiento y que éste está almacenado en las bibliotecas y servidores computacionales de información.
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El resaltado es nuestro. La nota completa ~~a partir del lunes~~ próximamente en pillku.com, cuando este en línea la pillku #4.