Bienvenidos al Dominio Público: Alexander Beliaev

La cabeza del profesor Dowell

A los seis años de edad Alejandro había querido volar, y se lanzó desde el techo de su casa. Cincuenta años después, siendo un escritor de ciencia ficción, escribió Ariel, una novela sobre un niño que tenía el poder de elevarse por los aires. Pero en su intento, Alejandro no flotó y cayó, fracturándose la espalda. La lesion curó en apariencia y fue olvidada, pero al cumplir los treinta, una tuberculosis ósea afectó nuevamente su columna y sus piernas quedaron paralizadas por seis años. Su esposa lo dejó, y mientras buscaba tratamiento para su enfermedad durante su convalecencia quedó fascinado por la ciencia ficción. En esa época leyó a Verne, Wells y Tsiolkovsky. Años después publicó su primer novela que se llamó Ictiandro y trata sobre un solitario “hombre anfibio” en el Río de la Plata y empieza así:

Era una de esas sofocantes noches de enero tan propias del verano argentino, en que miríadas de estrellas cubren el azabachado cielo. El «Medusa» permanecía anclado en absoluta quietud, pues tal bonanza reinaba que no se oía ni el rumor del agua ni el rechinar de las jarcias. El océano parecía estar sumido en profundo sopor

Por esas causalidades literarias la novela transcurre en Buenos Aires, pero el techo desde donde se arrojó Александр Беляев, o Alejandro Beliaev no estaba ubicado en ningún barrio porteño, sino en Smolensk, Rusia y el escritor jamás conoció Argentina.

Beliaev provenía de una familia con fuerte raigambre religiosa y a pesar de su ateismo, debió seguir el mandato familiar —su padre era sacerdote ortodoxo— e ingresó al seminario. Estudió derecho y música. Trabajó como abogado, inspector de policia, librero y funcionario. También dicen que fue músico de orquesta, escenógrafo, periodista y director de un orfanato. Publicó varias novelas de ciencia ficción cuando el genéro apenas si tenía nombre. Décadas despues se convirtió en un clásico para los rusos y varios de sus libros se transformaron en películas. Ictiandro o “El hombre anfibio” se estrenó en 1962. El film fue un verdadero éxito (y hay que ver como el cine soviético de los 60 imaginaba Buenos Aires… )

El libro, según comentan, aborda temas interesantes, como las consecuencias de la aplicación de una ciencia insuficientemente comprendida, la responsabilidad del científico, las posibilidades de mejora biológica del ser humano y los problemas derivados de la pobreza en los países subdesarrollados. Ictiandro era un niño cuyo padre, un cirujano, en una intervención quirúrgica le injertó agallas de tiburón.

El primer relato de Beliaev se tituló “La cabeza del profesor Dowell” y salió publicado en una revista, en 1925. También llegó al cine en 1984, dirigida por Leonid Menaker:

En la decada del 30 Alexander Beliaev se instaló en Leningrado, junto a su esposa y la mayor de sus hijas (la menor había muerto de meningitis a los seis). Ya era un escritor popular y se habían impreso más de un millon de ejemplares de sus libros. Pero no pudo escapar a tiempo cuando los nazis sitiaron la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Su salud frágil y el hambre terminaron con su vida en 1942. Un oficial nazi y cuatro soldados llevaron su cuerpo hasta el cementerio y le dieron un entierro ortodoxo. El oficial pronunció unas palabras y recordó como él mismo de niño se sumergía en los fantásticos relatos de Beliaev, traducidos al alemán. Su esposa e hija lograron sobrevivir al sitio, pero fueron llevadas a un campo de concentración en Polonia por los nazis, y luego devueltas a las Unión Soviética para terminar en el Gulag.

Actualmente no se conoce la localización exacta de la tumba de Beliaev en San Petersburgo.


Más info:

Alexander Beliaev



Dilucidar si una obra está en dominio público es un asunto complejo. La pregunta es dónde. Para no enredarnos en laberintos legales, nuestra bienvenida simbólica al dominio público se guía por el plazo más común, los 70 años post-mortem. Pero para ciertos autores este plazo es dudoso. El caso ruso es paradigmático…

La revolución de Octubre de 1917 no invalidó inmediatamente las leyes sobre derecho autoral vigentes durante el régimen zarista, que otorgaban un monopolio de 50 años post-mortem para los autores. Algunos decretos redujeron los plazos de restricción. Otros nacionalizaron la obra de ciertos autores fallecidos. Por ejemplo en 1918 un decreto nacionalizó la obra de Chejov, Dostoyevsky, Gogol, Pushkin, Tolstoy, y Turgenev, entre otros. Luego se sumaron a la nacionalización algunos autores vivos. Hasta 1925 la legislación fue bastante confusa. En ese año se estableció una nueva directiva general sobre leyes de copyright que fueron seguidas por las naciones pertenecientes a la Unión. En general se otorgó un monopolio de 25 años posteriores a la fecha de publicación, y 15 para publicaciones póstumas. Sólo tres años después una nueva directiva extendió significativamente los plazos, a 15 años post-mortem. Se reconocía al autor el derecho exclusivo a publicar, reproducir y distribuir la obra, así como percibir una remuneración. Los autores podían transferir los derechos a privados, pero sólo por un período de 5 años. En cambio, podían firmarse contratos haciendo cesiones perpetuas con el estado, el partido u otros organismos de la órbita pública. Una extensa serie de excepciones limitaban el monopolio concedido, por ejemplo existía la “libertad de traducción” sin necesidad de consentimiento del autor (vigente incluso desde el régimen zarista por razones prácticas), o licencias compulsivas para representaciones. También se crearon gestoras colectivas durante el periodo soviético, formalmente gestionadas por los autores, pero en la práctica agencias estatales. No existían los llamados “derechos conexos”, y los herederos de los autores fallecidos podían acceder a cierto porcentaje de la remuneración establecida para el autor, segun tarifas pre-establecidas.

Pero el control que comenzó a ejercer el estado sobre la industria editorial, en los hechos limitó la posibilidad de publicación de libros sólo a las obras que el gobierno consideraba “socialmente utiles”. Únicamente los samizdat circulaban por fuera del control gubernamental. Los samizdat eran copias manuscritas o mecanografiadas por los mismos lectores, sin finalidad comercial. Por lo general se trataba de obras de autores prohibidos, distribuídas clandestinamente (un caso célebre fue el samizdat de la novela “Doctor Zhivago”, de Boris Pasternak). El régimen legal establecido en 1928 continuó sin cambios al menos por tres décadas.

Hacia la década del 60 se decretaron normativas especiales para autores que habían sido prohibidos durante ciertos períodos y luego “rehabilitados”, comenzando a contabilizar los plazos a partir de la fecha de rehabilitación (esta es una de las pocas normas del periodo soviético que aún siguen vigentes). En 1963 se introdujeron cambios de fondo en la legislación, que replantearon algunos principios (se marcó la diferencia entre derechos personales y patrimoniales, y se incluyó la normativa en el código civil). En los setenta, la legislación comenzó a aggiornarse al uso internacional, al iniciarse las negociaciones que introdujeron a la Unión Soviética dentro de tratados internacionales de propiedad intelectual, como la Convención Universal sobre Derecho de Autor (alternativa a Berna) auspiciada por la UNESCO, de tal foma que los autores extranjeros pudieran comenzar a percibir derechos por obras publicadas dentro de Unión Soviética, y viceversa. Como consecuencia de estas modificaciones, en la práctica paso a regir un régimen dual dentro de la URSS, uno para obras extranjeras y otro para locales.

Este proceso se acentuó con la perestroika y culminó con la elaboración de una legislación acorde a las directivas de la [OMPI](http://es.wikipedia.org/wiki/Organizaci%C3%B3nMundialdelaPropiedad_Intelectual Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), luego de la disolución de la URSS. El copyright en Rusia, por ejemplo, pasó a durar 50 años post-mortem en 1991, retroactivos. También se otorgaron copyrights retroactivos para los tipos obras que no estuvieran incluídas en el regimen anterior, como derechos conexos y audiovisuales. En 1995 Rusia adhirió al convenio de Berna y en 2004, extendió el plazo post-mortem a 70 años, siguiendo el promedio mundial. Sin embargo, esta última extensión sólo incluyó obras con copyright vigente en 2004, por lo tanto la obra de Beliaev que estaba en dominio público desde 1992 según el nuevo régimen de 1991, no debería haber vuelto a dominio privado en 2004. Sin embargo, desde que Rusia adhirió a Berna, las obras de la era soviética que hubieran restituído su copyright en Rusia, pasaron a estar reconocidas en el resto de los países miembros. Entonces deben considerarse las particularidades de las leyes de los demás países para conocer el estatus de la obra: un desafío sólo apto para eruditos…