Assange: un espía para el pueblo

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Julian Assange, se exilió en la embajada de Ecuador hace dos años y desde entonces sigue prisionero de un limbo legal. Según Slavoj Žižek en su artículo publicado en The Guardian “How WikiLeaks opened our eyes to the illusion of freedom”, Wikileaks “ha hecho pedazos el mito de la libertad occidental”.

Cómo WikiLeaks abrió nuestros ojos de la ilusión de la libertad

por Slavoj Žižek, traducido por derechoaleer

Solemos recordar los aniversarios que marcan los acontecimientos importantes de nuestra época: el 11 de Septiembre (no sólo del ataque a las Torres Gemelas en 2001, sino también del golpe militar de 1973 contra Allende en Chile), el Día D, etc. Tal vez otra fecha deba añadirse a esta lista: el 19 de Junio.

A la mayoría de nosotros nos gusta salir al exterior en algun momento del día para respirar un poco de aire fresco. Aquellos que no, deberán invocar razones de peso para justificar el encierro: tal vez ineludibles circunstancias laborales (mineros, tripulantes de submarino), o quizá un excepcional padecimiento que hace de la exposición a la luz solar un peligro mortal. Hasta los prisioneros reciben su hora de caminata diaria al aire libre.

Hoy, 19 de junio, se cumplen dos años desde que Julian Assange fuese privado de este derecho: permanece confinado en forma indefinida en el apartamento donde está radicada la embajada de Ecuador en Londres. Si se atreve a dar un paso hacia el exterior será detenido en forma inmediata. ¿Qué hizo Assange para merecer esto? En cierto modo, uno puede entender a las autoridades: cuando Assange y sus colegas denunciantes son cuestionados frecuentemente se los acusa de traidores, sin embargo a los ojos del poder son algo mucho peor.

Assange decidió hacerse “espía para el pueblo”. Y “espiar para el pueblo” no es una traición sencilla (como hacerse doble agente y vender secretos al enemigo); es algo mucho más radical. Socava el principio mismo de espionaje, el principio del secreto, ya que su objetivo es hacer justamente del secreto algo público. Quienes llevan información a WikiLeaks ya no son aquellos que delatan las prácticas ilegales de corporaciones privadas (bancos, petroleras o tabacaleras) frente a las autoridades; denuncian abiertamente frente a todos a las propias autoridades públicas.

Para ser honestos, no hay nada que WikiLeaks nos haya revelado que antes no presumiéramos como verdadero —pero una cosa es saber algo en abstracto y otra obtener datos concretos. Es un poco como enterarse de un engaño amoroso: puede ser aceptable el conocimiento abstracto de la situación, pero el dolor emerge cuando se revelan los detalles ardientes, cuando se consiguen imágenes explícitas de lo acontecido.

Cuando estos hechos son confrontados ¿no debería todo ciudadano estadounidense decente sentirse profundamente avergonzado? Hasta ahora, la actitud del ciudadano promedio ha sido una negación hipócrita: prefieren ignorar el trabajo sucio hecho por las agencias del gobierno. Pero a partir de ahora, ya no podemos fingir que no sabemos.

No es suficiente considerar a WikiLeaks como un fenómeno anti-estadounidense. Estados como China y Rusia son muchos más opresivos que los Estados Unidos. Solo imagina lo que le habría ocurrido a alguien como Chelsea Manning en un tribunal Chino. Con toda probabilidad no hubiera habido juicio público alguno, ella simplemente habría desaparecido.

Estados Unidos no trata a los presos tan brutalmente: debido a sus preferencias tecnológicas simplemente no necesita de este enfoque abiertamente brutal (aunque está más que preparado para aplicarlo cuando sea necesario). Pero esta es la razón por la cual Estados Unidos es una amenaza aún más peligrosa para nuestra libertad que China: sus medidas de control no son percibidas como tales, mientras que la brutalidad china se manifiesta abiertamente.

En un país como China, las limitaciones a las libertades están claras para todos, sin ilusiones al respecto. En Estados Unidos, sin embargo, las libertades formales están garantizadas, por lo que la mayoría de las personas experimentan la vida como libre y ni siquiera son conscientes hasta qué punto están controladas por mecanismos estatales. Los denunciantes hacen algo mucho más valioso que decir lo obvio revelando la opresión de los regímenes opresivos: exponen públicamente la falta de libertad que subyace a la realidad que nosotros mismos percibimos como libre.

Ya en mayo de 2002, se informó que investigadores de la Universidad de Nueva York habían conectado un chip de computadora capaz de transmitir señales elementales directamente al cerebro de una rata, permitiendo a los científicos controlar los movimientos de la rata por medio de un mecanismo parecido al que se utiliza en los autos de juguete a control remoto. Por primera vez, la voluntad libre de un animal vivo fue capturado por una máquina externa.

¿Cómo fue para la desafortunada rata experimentar sus propios movimientos los cuales efectivamente se decidían desde fuera? ¿O era totalmente inconsciente de que sus movimientos estaban siendo dirigidos? Tal vez ahí radica la diferencia entre los ciudadanos chinos y nosotros, ciudadanos libres de países liberales occidentales: las ratas humanas chinas son, al menos, conscientes de que están siendo controladas, mientras que nosotros somos las ratas estúpidas que van por ahí sin ser conscientes de cuánto se controlan sus movimientos.

¿Está WikiLeaks persiguiendo un sueño imposible? Definitivamente no, prueba de ello es que el mundo ya ha cambiado desde sus revelaciones.

Wikileaks no sólo ha conseguido que aprendamos mucho acerca de las actividades ilegales de los Estados Unidos y otras grandes potencias, o que los servicios secretos tuvieran que ponerse a la defensiva luego de sus revelaciones y tomaran impulso acciones legislativas para controlarlos mejor. WikiLeaks ha logrado mucho más: millones de personas corrientes han tomado conciencia de la sociedad en la que viven. Es decir, algo que hasta ahora hemos tolerado en silencio como no problemático, se ha vuelto problemático.

Es por eso que Assange ha sido acusado de causar tanto daño. Sin embargo, no hay violencia en lo que hace WikiLeaks. Todos conocemos la clásica escena de los dibujos animados: el personaje llega a un precipicio pero sigue corriendo, ignorando el hecho de que no hay más suelo bajo los pies; empiezan a caer sólo cuando miran hacia abajo y se dan cuenta del abismo. Lo que WikiLeaks está haciendo es simplemente eso: hacer que el poder mire hacia abajo.

Demasiada gente, con el cerebro lavado por los medios de comunicación, ha reaccionado a las revelaciones de WikiLeaks de una forma que podría ser bien resumida por las líneas memorables de la última canción de Nashville, la película de Altman: “puedes decir que no soy libre, pero eso no me preocupa”. WikiLeaks hace que tengamos que preocuparnos. Y, por desgracia, a muchas personas no les gusta eso.