Anonymous y los grafitis de la protesta virtual
En cualquier reunión de consorcio que se precie de tal no puede faltar el tema de la pintura edilicia, en particular cuando se trata de “borrar” algún aerosol pretencioso que decidió tomar por lienzo el frente del inmueble. Algunas ciudades son más tolerantes que otras con el grafiti. Buenos Aires, vaya a saber por qué, es una especie de paraíso para el street art, y sus habitantes no parecen incomodarse demasiado con la idea de que sus paredes se conviertan sin aviso en lienzos para muralistas, o tags de tribus urbanas.
Por ejemplo, el Gobierno de la Ciudad Buenos Aires —que no se caracteriza precisamente por su signo progresista— mandó a construir una plazoleta en un terreno baldío, convocando nada menos que a un prócer de la arquitectura vernácula, el mismísimo don Clorindo Testa, para preservar un espacio caracterizado por un gigantesco street art del genial artista italiano Blu, pintado subrepticiamente durante las fiestas navideñas de 2006, sobre varios cuerpos de un edificio en el barrio de Villa Urquiza.
Mural de blu sobre edificios ubicados en la ex-traza de la autopista 3, en Buenos Aires. El gobierno porteño llamo a Clorindo Testa para diseñar una plazoleta y preservar la obra. [Fuente]
El “vandalismo”, de golpe se vuelve arte y hasta fuente de legitimación para los estamentos de la cultura oficial. Es cierto que hay vándalos que practican el vandalismo sin atenuantes (por ejemplo de periodistas contra Wikipedia), pero lo más frecuente es que la utilización de la palabra “vandalismo”, en particular cuando resuena en el discurso de la autoridad, encubra intenciones solapadas: el intento de estigmatización de algún colectivo o práctica social.
Arte ilegal
En muchas ciudades de Europa y Estados Unidos, las leyes son mucho menos tolerantes con el arte urbano. Por ejemplo, la política “tolerancia cero” del célebre alcalde Giuliani también cayó sobre los aficionados al aerosol —con brigada anti-grafiti incluida— en plena meca del street art, la ciudad de Nueva York. Incluso en la tolerante Buenos Aires hace no tanto la Cámara del Crimen increíblemente condenó a seis jóvenes por pintar grafitis. Al fin y al cabo, pensaron los jueces, es un daño a propiedad ajena. Aunque con mucho sentido común, uno de ellos, una jueza, votó en disidencia alegando que si existía un perjuicio, este debía ser resuelto por vía civil, no criminal.
Conviene tener en cuenta, que en ciertos casos, el costo de reparación de los “daños” pueden ascender a cifras considerables, por ejemplo volver a pintar toda una formación completa de trenes una y otra vez. Los grafistas callejeros conocen los riesgos, y suelen ocultar su identidad y rara vez se dejan fotografiar o aparecen en público —aunque se trate más de una pose que una necesidad real: sin dudas cierta estética subversiva es parte de su propuesta artística. Pero además de arte, el grafiti es fuente de expresión política, en todos los sentidos.
Los pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo, pintados alrededor la pirámide de la histórica plaza. [Fuente]
Las pintadas y pegatinas de afiches en épocas de campaña están tan arraigadas que los municipios establecen multas y sanciones contra los partidos políticos que se abusan, y los obligan a limpiar todo después de la elección (rara vez ocurre, no hace falta aclarar). Por otro lado, las marchas de protesta suelen dejar muchos edificios emblemáticos, las plazas, la catedral, los bancos, el congreso, marcados con consignas y denuncias. Algunas pintadas tienen un valor testimonial difícil de medir. Sin dudas se trata de otra forma de expresión de la política, las pintadas sobre muchos edificios públicos dan visibilidad a reclamos pendientes en la sociedad.
El reino del revés
Esta claro que las pintadas a veces quiebran algunas reglas y es de esperar que haya tensiones entre los que pintan y aquellos que viven detrás de las paredes que terminan pintadas. Pero son las causas y no sólo las consecuencias, lo que define la naturaleza de un acto.
Durante 2001 los ahorristas ensayaron toda clase de protestas contra los bancos que retenían sus ahorros. Finalmente los bancos instalaron vallas metálicas en todas sus sucursales. [Fuente]
Se puede estar más o menos de acuerdo con los grafitis urbanos y sus efectos, con la tolerancia o con las multas, o matizarlos según el contexto, pero es dificil no acordar una base de consenso sobre el origen legítimo de estas prácticas: se trata de arte y expresión. Nadie podría sostener que constituyen actividades intrínsecamente delictivas, ni mucho menos asociaciones ilícitas: ¿se puede incluir a un grupo de jóvenes o manifestantes armados con aerosoles, junto con la mafia, los traficantes de armas, o los estafadores internacionales? Claramente, es un asunto de contravenciones municipales, no de policía internacional. Sin embargo, en el reino del revés —internet— pasa algo muy diferente: perfectamente se puede movilizar a un escuadrón antiterrorista sólo porque un niño se ha robado un dulce…
Los grafitis de internet
Así como el ciberespacio también tiene sus ciber-marchas de protesta (aquí Richard Stallman lo explicó muy bien), también tiene sus pintadas. Y así como la fachada de un banco, de una comisaría o de un ministerio, pueden aparecer cubiertos de grafitis luego de ocurrida una marcha, su “fachada virtual”, también puede verse afectada.
Es lo que ocurre cuando los ciber-activistas logran vulnerar el acceso a un sitio para alojar inscripciones críticas en un sitio web oficial, método conocido como “defacement”. Es cierto que debe vulnerarse un esquema de seguridad que según muchas legislaciones es ilegal, pero allí no es donde debería ponerse el foco. Sería como interpretar que el avance de la pintura sobre el concreto es el hecho significativo a considerar en una pintada: la invasión del inmueble por la pintura… lo cierto es que la naturaleza del acto es comunicacional: la tensión ocurre en el terreno discursivo, no en el catastral. Lo mismo pasa en Internet, no es un caso de fraude, es un caso de protesta y comunicación.
Debe sumarse también, que a diferencia de la pintada callejera, que puede insumir un costoso presupuesto en pintura y mano de obra para borrarse, la reversión de los cambios de un sitio web “defasado”, lleva costos por lo general, infinitamente marginales.
Captura del sitio del Ministerio de Justicia Griego luego de haber sido defasado por Anonymous. No es otra cosa que un “ciber-grafiti digital” de protesta sobre la fachada virtual del ministerio.
Si al poder le queda algo de sentido común en la aplicación de normas para convivencia ciudadana, en el espacio virtual, como venimos viendo, esta completamente desquiciado.
El ciberespacio esta muy lejos del interesado mito del “salvaje oeste” que muchos abogados, insistentemente, suelen vendernos en sus opiniones, (y utilizamos la palabra “vender” en todo su sentido: el peor de los mundos para ellos es gente resolviendo sus conflictos por su cuenta). Para su pesar, el ciberespacio está muy lejos del páramo caótico gobernado por bandas criminales que necesite desesperadamente policias, jueces y abogados. Todo lo contrario, más que en ningún otro medio, los individuos tienden al acuerdo, a establecer autónomamente sus normas y a colaborar en toda clase de proyectos. De la nada aparecen enciclopedias o sistemas operativos.
A tal punto estas formas de autoregulación resultan amenazantes para el estado y el status quo, que a los funcionarios, jueces o policias “les cuesta” notar cuando se vulneran garantías republicanas, desde la privacidad hasta la presunción de inocencia, —violaciones seguramente insostenibles fuera del mundo virtual—, en su afán de controlar ciber-territorio. De igual forma, el dramatismo y sobreactuación puestas en investigaciones e intervenciones policíacas relacionadas con internet, llega a extremos inverosímiles.
Sería escandaloso, por ejemplo, encontrarse con un titular periodístico que anuncie sin inmutarse, un “operativo de Interpol”, “desbaratando una banda internacional de aficionados al street art” que podrían atentar con sus colores, las civilizadas y pulcras superficies urbanas. En internet, pueden allanarte para incautar una máscara incriminatoria del merchandising de una película.
Sería escandaloso también, que la división de delitos complejos de la policía, estuviese dedicando recursos para identificar y hacer detener a los autores de los grafitis dejados sobre la fachada de alguna sucursal bancaria luego de una marcha de ahorristas. En internet justificaría, sin dudas, operaciones internacionales de largo alcance.
Por último, movería a la risa tratar de echarle la culpa de todo a los fabricantes de aerosoles, aunque se llenen de dinero fabricando y vendiendo la herramienta del delito. En internet, es el pan de cada día.
Policía Nacional española en un papelón internacional: habían detenido a “la cúpula” española de anonymous, y exhibían la famosa máscara de Guy Fawkes como una de las pruebas durante la rueda de prensa. En una reciente acción de Interpol denominada operación “Exposure” con allanamientos en varios países, dijeron haber desarmado la estructura operativa de Anonymous… a las pocas horas cayó el sitio de Interpol.